Situado en el sector nororiental de la cuenca de Guadix-Baza, en las faldas de la Sierra de la Umbría, el yacimiento de Barranco León de Orce, de 1,4 millones de años, es conocido por su excepcional y rica colección arqueológica, que en la actualidad cuenta con unos 2.500 objetos elaborados con piedra caliza y con sílex de la zona.
El yacimiento también ha proporcionado un abundante registro paleontológico que incluye herbívoros y carnívoros, numerosos restos de microvertebrados e, incluso, una muela de hominino que es actualmente el fósil humano más antiguo de Europa occidental. En este contexto, la presencia de artefactos líticos y restos de fauna tanto no alterados como erosionados había desconcertado al personal investigador durante décadas.
Ahora, tras muchos años de meticulosas campañas de excavación, de exhaustivos análisis líticos y de concienzudos estudios geológicos, se ha sabido que, después de una época de intensas lluvias, Barranco León se convirtió en un pedrero: una verdadera cantera que fue aprovechada por las primeras poblaciones del continente europeo. Esta investigación, liderada por Stefania Titton, que acaba de completar su doctorado en Cuaternario y Prehistoria en la Universidad Rovira i Virgili (URV) y en el Instituto Catalán de Paleoecología Humana y Evolución Social (IPHES-CERCA), y está financiada por una beca de formación post máster de la Provincia Autónoma de Bolzano (Italia) propone un comportamiento inédito de nuestros antepasados más remotos. Los resultados, altamente significativos, acaban de ser publicados en la revista Archaeological and Anthropological Sciences.
Esta investigación se enmarca en el Proyecto Orce dirigido por Juan Manuel Jiménez Arenas, profesor titular del Departamento de Prehistoria y Arqueología de la Universidad de Granada, y del que forman parte Deborah Barsky, investigadora del IPHES-CERCA y profesora asociada de la URV, y Hugues-Alexandre Blain, investigador del IPHES-CERCA.
Una caja de sorpresas
Con las investigaciones realizadas a lo largo del tiempo se ha llegado actualmente a la conclusión de que, en Barranco León, en un primer momento, había una fuente de agua dulce proveniente del subsuelo que atraería a la abundante fauna que habitó este rincón de la provincia de Granada hace 1,4 millones de años. Fue entonces cuando un hecho catastrófico se convirtió en una oportunidad: las lluvias torrenciales que sufrieron los primeros habitantes de Orce acumularon las piedras y huesos que el agua encontró en su camino; entre las primeras, numerosos guijarros de caliza y algunos fragmentos de sílex que se habían formado durante millones de años en la Sierra de la Umbría. Todo esto formó un pavimento parecido a lo que observamos hoy en día a los cauces de muchos ríos.
Cuando llegó la calma y las aguas retrocedieron, Barranco León se había convertido en una cantera que fue aprovechada y explotada por los humanos. Este emplazamiento, inicialmente formado con materiales erosionados y provenientes de otros lugares, se convirtió en un taller donde elaboraron múltiples herramientas que se utilizaron para procesar vegetales y animales fundamentalmente para la subsistencia de nuestros antepasados.
La presencia de fuentes de agua dulce provenientes del subsuelo en el mismo entorno de la cantera convirtió Barranco León en un abrevadero donde los herbívoros mitigaban su sed, pero donde también caerían presa de sus predadores, ya que los homininos con las herramientas recién elaboradas, los consumirían.
Buscando la aguja en el pajar
El estudio que ahora se presenta tiene sus raíces cuando el equipo investigador de Orce observó entre los 2.500 elementos de piedra que ha proporcionado el yacimiento de Barranco León, unos pocos que les llamaban la atención porque provienen de un único bloque de sílex y de un mismo guijarro de caliza. Así que emprendieron un estudio que era como encontrar la aguja en un pajar. La sección de tecnología lítica alcanzó este hito y ha reconstruido el puzzle con remontajes, es decir, juntando fragmentos de piedras que encajaban.
Para dar más consistencia al estudio se llevó a cabo por primera vez un análisis espacial que ha permitido seguir el rastro de las personas que las crearon y se ha podido demostrar, sin lugar a dudas, que los humanos efectuaron múltiples actividades en Barranco León. Después de este momento de efervescencia, la actividad humana decayó, hasta desaparecer, desplazándose y centrándose la acción en Fuente Nueva 3, otro yacimiento olduvayense de Orce, que se encuentra a pocos kilómetros de Barranco León.
La investigación, financiada por la Junta de Andalucía, la ha realizado un equipo transdisciplinar en el que, además del personal ya citado, han tomado parte también tres miembros del IPHES-CERCA: Amèlia Bargalló, investigadora posdoctoral Juan de la Cierva del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades; Christian Sánchez-Bandera, beneficiario de una beca predoctoral del programa María de Maeztu, y Robert Sala Ramos, director de dicho centro de investigación y profesor titular de Prehistoria de la URV; Oriol Oms profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona; José A. Solano de la Universidad de Sevilla; José Yravedra de la Universidad Complutense; Isidro Toro-Moyano, del Museo Arqueológico Provincial de Granada y Alexia Serrano-Ramos y Juan Manuel Jiménez Arenas de la Universidad de Granada.